Director: Antonio Banderas. Guión: Mark Childress. Intérpretes: Melanie Griffith, Lucas Black, David Morse, Cathy Moriarty, Meat Loaf Aday, Rod Steiger, Robert Wagner. 108 min. Jóvenes-adultos.
Tras consagrarse como actor con Evita y La Máscara del Zorro, el español Antonio Banderas amplía aún más su espectro profesional con Locos en Alabama, su debut como director y el primer gran proyecto de Green Moon, la productora que fundó hace años con Melanie Griffith. Basada en la novela de Mark Childress -autor también del guión-, mezcla una intensa trama dramática con una historia disparatada y algo macabra, al estilo de ¿A quién ama Gilbert Grape?, 8 cabezas o Fargo.
Verano de 1965 en una pequeña ciudad de Alabama. Un adolescente llamado Peejoe (Lucas Black) se involucra en la lucha a favor de los derechos civiles de los negros, frente al racismo del violento sheriff John Doggett (Meat Loaf). Peejoe también descubrirá el lado oscuro del sueño americano a través de las rocambolescas peripecias de su tía Lucille (Melanie Griffith), de la que está platónicamente enamorado. Casada desde hace catorce años y madre de siete hijos, Lucille asesina un día a su violento marido, le corta la cabeza, la mete en una sombrerera y huye con ella por todo Estados Unidos, rumbo a Hollywood, donde sueña con convertirse en actriz.
El guión resuelve con habilidad los retos de integrar esas dos tramas tan diversas y de hacer verosímiles unos personajes sinuosos y a ratos esperpénticos. Así, el humor y el drama fluyen con agilidad, se oxigenan mutuamente y dan cuerpo a una peculiar radiografía de la sociedad norteamericana, en general entrañable y simpática, y cuyos pasajes amorales sólo resultan molestos en un par de superficiales referencias antinatalistas.
Por su parte, Antonio Banderas traduce el relato en imágenes con una gran solidez narrativa y una sugestiva personalidad visual, muy sorprendentes en un debutante. Ciertamente, la trama en torno al racismo sufre algunas caídas de intensidad dramática y, a veces, la descripción de la huida de Lucille resulta un tanto repetitiva. Pero Banderas disimula estos defectos con una planificación muy variada, una cuidada ambientación, un sugestivo envoltorio fotográfico y musical, y una modélica dirección de actores, a través de la que exprime al máximo las posibilidades del reparto.
Queda así una película entretenida y atípica, cuyo atractivo eclecticismo permite augurar una larga carrera como director a Antonio Banderas.
Jerónimo José Martín