El niño de un matrimonio roto y la niña de otro matrimonio roto vivirán juntos en la casa de la pareja recompuesta. El padre del niño y la madre de la niña desean que se quieran como hermanos, y eso suponen al advertir su mutuo entendimiento; pero, llegados a la adolescencia, se quieren como amantes. La pareja mayor se rompe también, los amantes se separan y no se buscan durante años. Pero cuando el guionista quiere que sean de nuevo amantes, hará que se encuentren en el Círculo Polar. El encuentro, supuestamente apasionado -si uno se olvida de que durante años han prescindido el uno del otro-, repite de alguna manera otra romántica historia de sus abuelos. Él se llama Otto y ella Ana, nombres que se leen tanto del derecho como del revés. Y en este juego geométrico se apoya la estructura del guión de la historia, circular, llena de coincidencias, con pretensión de misterio sobre el azar y la necesidad, y que acaba de dos maneras.
No hay alma ni latido en los personajes, no hay trascendencia alguna en sus vidas, así que la película se resuelve y consiste en técnica: fotografía de paisajes, planificación, presencias físicas frías: agua muerta, hielo de superficie.
Pedro Antonio Urbina