El ya fallecido novelista neoyorquino Mario Puzo, autor de «El Padrino», escribió «Los Borgia», novela «histórica» en la que intentó aplicar el mismo esquema conceptual de la saga de los Corleone y que salió a la luz póstumamente. No sé si es casualidad, pero el guión de Piero Bodrato, que figura en créditos del film como guionista original, es fiel al mismo esquema corleonés. Un padre -Alejandro VI- cuyo fin absoluto es la protección de su propia familia, y unos hijos -sobre todo César- dispuesto a todo para garantizar la seguridad y el poder de los suyos. Hay una hermana frágil -Lucrecia- y un hermano díscolo -Juan- que merece morir. Y sobre todo, hay familias enemigas -como los Orsini- que se disputan el dominio de Roma. Si cambiamos los nombres de los protagonistas, esta es la sinopsis de la obra maestra de Francis Ford Coppola, «El Padrino».
Pero «El Padrino» es una película inmortal y «Los Borgia», no, porque esta se debe ante todo a la historia, a la que traiciona en aras de un esquema muy acartonado y simplista. Esquema de seres humanos, esquema de Iglesia católica, esquema de cristiandad. Pongamos un solo ejemplo: si echamos una ojeada al currículum de Alejandro VI, Rodrigo Borgia (Borja en castellano, pues él era español), nos damos cuenta de que no podía parecerse en nada al personaje que encarna Lluís Homar, puerilizado, inestable, vacío, de psicología hueca, sin atisbo de seria cultura e intelectualidad. El papa que le sucede, Julio II, y que aquí interpreta Eusebio Poncela como un hombre oscuro, hipócrita y maquiavélico, debía de semejarse más al que encarna Rex Harrison en «El tormento y el éxtasis», de Carol Reed.
A la falta de matices del film se añade una imagen muy parcial de la Iglesia renacentista, ya que no encontramos ningún contrapunto a la codicia y falta de principios de los Borgia, ningún personaje que represente la santidad que también coronó a la Iglesia de los siglos XV y XVI.
Ciertamente el reparto es bueno, al igual que muchos aspectos técnicos, pero las escenas de acción son deficientes y hay un exceso de exhibicionismo erótico. Se hace amable el personaje de Lucrecia Borgia (María Valverde), el único que presenta rasgos de sincera humanidad. Un guión demasiado plano y rebosante de tópicos para una historia tan apasionante. Muy mala lección para los hijos de la LOGSE, que se van a llevar una idea muy ridícula de aquel fascinante periodo.