Guitarrista antes que cineasta, Christophe Barratier comenzó a trabajar para Jacques Perrin en 1991. Con él ha sido productor delegado en películas como «Microcosmos», «Himalaya» o «Nómadas del viento». En 2001 dirigió el corto «Les Tombales», basado en la novela de Maupassant. Ahora Barratier ha tenido un éxito inesperado con «Los chicos del coro», su primer largometraje como director, seleccionado por Francia para competir por el Oscar al mejor film en lengua no inglesa.
El guión adapta la película «La Cage aux Rossignols», que dirigió Jean Dréville en 1945. Relata la historia de Clément Mathieu, un profesor de música en paro que en 1949 comienza a trabajar como vigilante en un internado de reeducación de menores. Muy pronto, Mathieu se enfrenta con los métodos represivos del director del correccional, Rachin, que domestica a sus alumnos a base de mano dura. Y así, Mathieu intenta ganarse a los chavales organizando con ellos un coro polifónico que pronto proporciona a toda la clase un nuevo afán de superación. Al que más le cuesta entrar es a Pierre, un chico inteligente y sensible, que se oculta tras una pose displicente y agresiva.
Narrada como un largo «flash-back» por un afamado director de orquesta, la película tiene ese sabor añejo, dulce y áspero a la vez, de los clásicos de exaltación de profesores, como «Adiós Míster Chips», de Sam Wood. Con ellos comparte una visión idealista de la educación, entendida más como una iniciación a la vida que como una simple transmisión de conocimientos. A esto se añaden los dramas de los chavales, aquí empujados por la sociedad hacia un destino fatal. Por su parte, la música aporta retos nuevos al profesor y a los alumnos, similares a los que ya plantearon películas como «El profesor de música», «Todas las mañanas del mundo» o «Profesor Holland».
Como se ve, «Los chicos del coro» no es una película original, pero consigue integrar numerosos elementos interesantes y desarrollarlos con un tono amable y profundo, capaz de afrontar sin sordideces ni fatalismos temas peliagudos como la pederastia, las rupturas familiares o la delincuencia precoz. Todo ello se encarna en unos actores espléndidos, entre los que sobresale Gérard Jugnot, que logra hacer muy entrañable al sufrido Mathieu, un profesor sacrificado que sabe ser cariñoso y exigente al mismo tiempo.
Mención aparte merece la sensacional banda sonora de Bruno Coulais, repleta de preciosas canciones polifónicas -civiles y religiosas-, muy bien interpretadas por Les Petits Chanteurs de Saint-Marc y por su solista, Jean-Baptiste Maunier, que encarna al sufrido Pierre con expresiva interioridad.