Los miserables

GÉNEROS,

PÚBLICOJóvenes-adultos

CLASIFICACIÓNLenguaje soez

ESTRENO22/11/2019

El francés Ladj Ly nació en Mali y creció en Montfermeil, uno de los suburbios que rodean París. En 2005, debutó con un documental sobre las revueltas urbanas de ese año, protagonizadas por jóvenes de las barriadas. En Cannes ganó el premio del jurado con Los miserables, reinvención del clásico de Víctor Hugo, que pudo también verse en el festival de San Sebastián.

No es la primera película sobre la vida en los suburbios de una metrópoli –recordemos, por ejemplo, la magnífica Ciudad de Dios–, pero es mucho menos frecuente que esos suburbios sean europeos. Que el corazón de Europa, París en este caso, aloje barrios en los que la policía apenas se atreve a entrar, con sus propias leyes, sus propios legisladores y con buena parte del vecindario armado, es una realidad desconocida para muchos. Ese es el caso de Montfermeil o del tristemente famoso barrio de Molenbeek en Bélgica.

Quizás en algunos, una película como esta alienta la xenofobia en lugar de sensibilizar sobre sus causas, pero, más allá de su pertinencia y de su ideología, Los miserables aporta valor porque asoma al espectador a una realidad poco conocida y, además, está muy bien contada.

La acción arranca con unas escenas del Mundial de fútbol en el que la selección francesa se proclamó vencedora. El fútbol se muestra como pasión unificadora, pero, rápidamente, la cámara se desplaza hacia el barrio en el que opera un comando de policías endurecidos.

La definición de personajes es buena, especialmente en los niños, con sus historias, sus personalidades y su forma de sobreponerse a una realidad que les es adversa. La cinta mantiene la atención durante todo el metraje con algunas subtramas bien trazadas, pero donde definitivamente crece, es en la magnífica secuencia final rodada con técnica de thriller que triplica el interés y la efectividad del mensaje.

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