Original adaptación del libro juvenil de Neil Gaiman, entregada en la técnica de stop-motion -animación fotograma a fotograma-, y que se suma a la hornada de títulos animados que combinan su estreno en salas convencionales y de 3-D. Dirige la cinta y figura como responsable del guión Henry Selick, que recupera el tono gamberro y macabro de Pesadilla antes de Navidad, su colaboración con Tim Burton realizada también con stop-motion.
El film sigue a la adolescente Coraline, que se ha mudado con sus padres a un caserón en medio del campo. En plena “edad del pavo”, la inquieta Coraline está harta de sus aburridos padres, que están dando los últimos toques a su guía de jardinería; tampoco le cae muy bien Wybie, un vecino de su edad. En cambio, va a encontrar una vía de escape en una misteriosa puerta tapiada dentro de su casa. En efecto, por la noche accede desde ahí a un mundo alternativo, idéntico al suyo, pero donde las personas tienen cosidos botones en el lugar de los ojos. Allí conoce a su otra madre y a su otro padre, que resultan ser geniales, le preparan comidas riquísimas, y le visten con los trapitos que le gustan. Poco a poco, Coraline empieza a sentirse más a gusto en esta otra realidad, pero puede que las cosas no sean lo que parecen.
Como se ve, la trama tiene muchos puntos de conexión con Alicia en el País de las Maravillas, o si pensamos en un ejemplo de animación reciente, El viaje de Chihiro. En los dos casos, una adolescente aprende a madurar en un mundo diferente lleno de extraños personajes, y con el film de Hayao Miyazaki se comparte la idea de rescatar a los padres en peligro. De modo que queda subrayado, como en El Mago de Oz, que “there is no place like home”, o sea, en casa, en el propio hogar, con los seres queridos, se está como en ningún sitio, aunque a uno le apetezca de vez en cuando seguir la llamada de la gran aventura.
Llama la atención el apabullante despliegue visual de Selick, con una atmósfera gótica, y planos inclinados que contribuyen a hacer la narración más inquietante. Hay una galería llamativa de estrambóticos caracteres, como las dos ancianas que fueron artistas, o el señor Bobinsky, que realiza un peculiar espectáculo circense. Como ocurría en Pesadilla… o en La novia cadáver, la película se enfrenta a la dificultad de su aspecto siniestro, que puede espantar a parte del público familiar al que se supone está dirigida.