Basada en una historia real, esta película australiana cuenta la historia de George Hogg, un periodista inglés enviado a China para cubrir la invasión japonesa de 1937. Una serie de peripecias le llevarán a un orfanato en mitad del campo.
La cinta comienza con brío, como un gran reportaje bélico, pero cobra auténtico interés, por su humanidad, cuando vemos a Hogg luchando por sacar adelante ese desastroso orfanato. Cierto que el relato sigue senderos convencionales -falta de dinero, problemas con los chicos…-, pero está realizado con profesionalidad, y funciona. A lo largo de ese camino vemos cómo Hogg descubre el auténtico valor de las cosas y mejora como persona: la película cuenta, en definitiva, cómo un hombre normal, a través de las dificultades y de pensar en los demás, se convierte en un gran hombre.
La fotografía, particularmente en el desierto del Gobi, es impresionante, y los cuatro actores principales son excelentes. Es probable que la historia resulte demasiado simple para cautivar a un público adulto, y la trama romántica no acaba de encontrar su sitio; pero es una buena película, agradable y vistosa por el gran esfuerzo de producción realizado y la colaboración de las autoridades chinas (quizás por eso no es casual que, al pasar, la película dé con el codo a Chiang Kai-shek y elogie a los comunistas de Mao).