En 1988, el programa “That’s Life” de la BBC invitó a Sir Nicholas “Nicky” Winton, entonces de 79 años, a participar en una emisión sobre el material que había guardado durante más de medio siglo: las fotos y listas de 669 niños, en su mayoría judíos, que él había conseguido transportar a Inglaterra antes de la invasión de las tropas alemanas. El noticiario de investigación “60 Minutes” de CBS estadounidense también le entrevistó para un programa en 2014, cuando ya tenía 105 años; fallecería un año más tarde, a los 106. En YouTube hay extractos de ambos programas.
Sobre este material, y sobre todo sobre la biografía que, en 2014, escribió Barbara Winton, la hija de Nick, se basa el guion de Lucinda Coxon y Nick Drake, un guion no lineal, sino que enlaza entre sí los dos periodos temporales de 1938 y 1988. El plano temporal de 1938 se desarrolla principalmente en Praga, donde Nicholas Winton, un broker de éxito en Londres, mueve todos los hilos posibles para organizar “transportes de niños” a Inglaterra. Cuenta, en Londres, con la ayuda logística de su madre Babette, una inmigrante judeo-alemana convertida a la Iglesia de Inglaterra. En 1988, Nicholas, que tras tanto tiempo se sigue reprochando no haber salvado a más niños, encuentra casi por casualidad el material que se mencionaba al principio.
Al margen de la combinación de los dos planos temporales, Los niños de Winton sigue una dramaturgia relativamente convencional. El director, James Hawes, apuesta por un sólido diseño de producción, incluyendo elementos auténticos –visados, fotos de familia y decorados– para recrear de modo convincente tanto 1938 como 1988. La dirección de fotografía ayuda también a distinguir entre dichos planos temporales: la acción que se desarrolla en 1938 parece haber sido rodada cámara en mano; en cualquier caso, las imágenes son mucho más movidas que las correspondientes a 1988, en su mayoría tomadas por cámaras fijas. Por otro lado, se apoya en las excelentes interpretaciones no sólo de Anthony Hopkins, sino también de Johnny Flynn en el papel del joven Winton; con independencia de un cierto parecido físico, también la similitud en los gestos ayuda a que la evolución del personaje resulte creíble para el espectador. Además, cuenta con secundarios de lujo como Helena Bonham Carter y Jonathan Pryce. Por lo demás, la emotiva historia, sin que el director abuse de sentimentalismos, habla por sí sola.