Claro ejemplo de cómo puede estropearse una obra clásica por modernizar sus contenidos de un modo zafio. La novela de Alejandro Dumas sirve de excusa en esta película para una retahila de concesiones a la galería, insistentes hasta la saciedad en una visión frívola del sexo y en un retrato morboso de la Iglesia católica.
Es una pena, porque la ambientación y la banda sonora son sensacionales, y la puesta en escena resulta eficaz en su curiosa mezcla de La guerra de las galaxias y Robin Hood, príncipe de los ladrones. Sorprende que el otras veces sugestivo Stephen Herek (Somos los mejores) haya caído en la trampa de recurrir a lo facilón.