El año pasado, Los tres mosqueteros: D’Artagnan –grata sorpresa algo escasa de medios– terminaba con el secuestro de la pobre Constance Bonacieux y con D’Artagnan inconsciente. Esta continuación comienza en ese mismo momento y el arranque es pura acción: D’Artagnan despierta, escapa de sus captores, se pega con un montón de gente, descubre un complot… El ritmo es frenético y se mantiene a lo largo de toda la película: D’Artagnan tiene que rescatar a Constance, aunque sea a costa de descuidar otros deberes; Athos, Portos y Aramis van a luchar por su rey en La Rochelle, fortaleza protestante, aliada de los ingleses. La guerra latente está a punto de ser guerra abierta. La conspiración contra el rey está a punto de ser descubierta. Las líneas de acción se cruzan y descruzan varias veces, a menudo llenas de humor.
Tal vez lo más interesante de esta nueva versión es el desarrollo de los personajes: aprendemos nuevos detalles de la vida de Athos, de sus circunstancias, afectos y personalidad; nos presentan a la hermana de Aramis, personaje interesante que dará origen a las dos escenas más hilarantes de una película en la que no falta el humor. Porthos también tiene un desarrollo inesperado. En cuanto a D’Artagnan, dividido entre el amor y el deber, es más fiel a la imagen de Dumas que otras versiones; valiente, leal y no demasiado brillante. Milady también se convierte en alguien más complejo e interesante que antes.
La producción también es superior. Martin Bourboulon aprovecha mejores y más amplios decorados naturales –La Rochelle y otros– y rueda los planos con más alegría, sin temor a mostrar algún elemento anacrónico. Estamos a comienzos del siglo XVII. La fotografía de Nicolas Bolduc es muy buena. La toma de La Rochelle es absolutamente canónica, acompañada de efectos especiales de nivel. La música de Guillaume Roussel acompaña bien.
Los actores, ya conocidos en la primera parte, son realmente acertados. Es notable el esfuerzo por profundizar en los personajes y no mantener el arquetipo de la mayoría de las adaptaciones. Comentario que vale también para Eva Green en su papel de Milady, que gana en humanidad, siendo siempre encantadora y peligrosa.
La trama, bastante confusa, donde se mezclan intereses particulares, políticos, religiosos, es mejor dejarla de lado y considerarla un pretexto que hace moverse a los héroes de la historia. El final deja abiertas varias subtramas de modo que, si la recaudación es buena, habrá tercera parte.