Luck cuenta la historia de Sam Greenfield, una joven perseguida por la mala suerte. Comienza el día que Sam cumple 18 años y debe abandonar el orfanato y comenzar a ser autónoma. Vemos que, por más que lo intenta, todo le sale mal. Su única ilusión es que Hazel, una encantadora huerfanita con la que compartió habitación, no sufra las desilusiones que ella misma sufrió cada vez que una pareja se propuso adoptarla. Pero ella no tiene suerte y, para ayudar a Hazel, tendría que conseguir un penique de la suerte. Por casualidad –en realidad por su gran corazón– encuentra uno, que la lleva a la mágica Tierra de la Suerte, donde todo podría ser.
John Lasseter, alma de Toy Story, de Monsters S A, y de tantas otras cosas buenas que hicieron grande a PIXAR y salvaron a Disney cuando el estudio estaba al borde de la quiebra, vuelve. Su primera producción es digna a pesar de una serie de defectos que habría evitado fácilmente si hubiera tenido tiempo. Él sabe mejor que nadie que Luck no es una gran película, pero tiene todo lo que le falta al último Disney: encanto, fantasía, optimismo, respeto del público, ilusión. El arranque es muy serio, el cambio del mundo real al de fantasía es demasiado abrupto, algunas soluciones son fáciles, pero hay un entramado sutil, lleno de lógica y de encanto que mantiene al espectador pegado a su silla, pendiente de la historia. La trama, a falta de un hervor, funciona bien. Hay detalles logradísimos, y toda la historia rebosa humanidad y espíritu positivo.
Una auténtica película familiar y que hace pensar. Esperamos –sabemos que será así– la siguiente producción del estudio Sky Animation.
