Perseguido por su turbulento pasado, Mad Max cree que la mejor forma de sobrevivir es ir solo por el desolado mundo que le ha tocado vivir. Pero se ve arrastrado a acompañar a un grupo de mujeres rebeldes que huyen a través del desierto en un camión de guerra conducido por la temeraria emperatriz Furiosa. Escapan de una ciudadela tiranizada por Immortan Joe, a quien han arrebatado algo irreemplazable. Enfurecido, el Señor de la Guerra moviliza a todas sus bandas y persigue implacablemente a los rebeldes en una brutal Guerra de la Carretera, en la que casi todo vale.
El ya septuagenario cineasta australiano George Miller (El aceite de la vida, Babe, el cerdito en la ciudad, Happy Feet) dirige esta cuarta entrega de la saga postapocalíptica que él mismo inició a principios de los años 80 del siglo pasado, con Mel Gibson de protagonista. Como sus antecesoras, se trata de un trepidante festival de persecuciones y peleas hiperviolentas y fuera de madre, no apto para paladares delicados, aunque tampoco recurre mucho a la sanguinolencia gore. Dentro del asumido histrionismo de todas las interpretaciones, Tom Hardy, Charlize Theron y los demás fugitivos sostienen la magullada humanidad de este filme caótico, delirante y agotador, pero muy bien rodado, fotografiado y montado; muy entretenido y a veces hasta divertido; y con una visión positiva de la maternidad, las relaciones varón-mujer y la capacidad de redención del ser humano.
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