Bamako, 1960. Mali acaba de alcanzar su independencia y Samba es un joven bien posicionado, hijo de un comerciante y amigo de un importante político, que recorre las aldeas apoyando el establecimiento de un régimen social-comunista en el país. Pronto comprobará que no es tan fácil convencer a sus paisanos de que repartan sus riquezas; por otra parte, las recientes autoridades ven con malos ojos todo lo que venga de Occidente, el twist, por ejemplo, y para complicar aún más las cosas aparece en escena Lara, una atractiva y vitalista joven atrapada en un matrimonio forzoso.
Sin llegar al nivel de Las nieves del Kilimanjaro o Marius y Jeanette (posiblemente sus dos mejores películas), el veterano cineasta francés Robert Guédiguian acierta con este drama político-social que sirve de escenario para una potente historia de amor. La descripción de la sociedad de Bamako, con sus contrastes, sus ganas de cambio y al mismo tiempo su aferrarse a las tradiciones, tiene fuerza. Otra cosa es que la defensa del socialismo utópico de Guédiguian resulte algo naif, pero al encarnarse en el joven protagonista, resulta no solo creíble sino, en cierto modo, lógico. La cinta va oscureciendo su tono y la alegre despreocupación de la primera parte, marcada por el luminoso vestuario y el omnipresente twist, termina con un abrupto y duro desenlace que, sin embargo, permite un epílogo con una cierta esperanza. Al final, parece decir Guédiguian, las personas superan a las ideologías y cualquier historia de amor es mucho más convincente que un programa político… y probablemente mucho más eficaz.
La película, a pesar de su abultado metraje, tiene mucho ritmo y puede presumir de unas notables interpretaciones.
Ana Sánchez de la Nieta
@AnaSanchezNieta
