Se esperaba otra cosa del director de Clerks, aquel aclamado debut que, en tono de comedia, cuenta la historia de dos dependientes de una tienducha de barrio. Todo lo que ahí era un entrar y salir de personajes vivos, deslenguados e inquietos, se queda en Mallrats en una repetición de la fórmula más tópica y con poca verdad y menos vida. Los diálogos se extreman y retuercen para provocar la risa, que sólo se alcanza en contadas ocasiones, y casi siempre en la línea de lo grosero, cuando no con procacidades a la vista.
Con más medios materiales y mejores actores, muestra sin embargo Kevin Smith que aún está muy verde su lenguaje cinematográfico, ¡y amenaza con una tercera entrega que cierre su trilogía…! Pero lo más lamentable de Mallrats es que presenta una juventud sólo educada sentimentalmente, sin criticarlo, sin pretenderlo; muestra su vacío y el del propio autor, obsesionados por el sexo, sin moral ninguna, sin metas siquiera profesionales: un panorama tan patético que hasta la risa que a veces consigue sabe amarga.
Pedro Antonio Urbina