Man on Wire cuenta la insólita hazaña de Philipe Petit, el joven funambulista francés que el 7 de agosto de1974 caminó durante 45 minutos por un alambre colgado entre las dos torres gemelas de Nueva York, a 400 metros de altura.
El cineasta británico James Marsh, autor de un par de buenos documentales y una mediocre película (The King), ha sido el encargado de dirigir esta interesante cinta que, después de conseguir una decena de premios, recibió el pasado día 23 de febrero el Oscar al mejor documental.
Marsh cuenta con buenas bazas para armar la historia. En primer lugar, el testimonio del propio Petit, un hombre en la frontera de la locura y la obsesión que, además, es un auténtico cuentacuentos; después, una gesta curiosa que, por su propia naturaleza, permite lucirse al director de fotografía, y por último, la fuerza emocional que supone mostrar esta historia cuando ya no existe el World Trade Center.
El documental se apoya en tres tipos de materiales que funcionan con desigual eficacia: los testimonios de Petit y sus compañeros -de gran fuerza narrativa-, las imágenes de la época -sin duda lo más valioso- y unas recreaciones ficticias muy flojas que, con la excusa de “aligerar”, sacan al espectador del clímax y rompen el correcto estilo del documental.
El giro final revela lo que se intuía desde el principio; Philipe Petit es muy poco personaje para un documental potente. No es un líder, ni un héroe, ni una figura, su historia se acaba donde termina su hazaña.