Un buzón de correos en una zona residencial ajardinada de Estados Unidos. Una voz en off comienza a decir:
Quiero que pienses en el correo por un momento. Un trozo de papel puede cruzar un continente como quien se pasa notitas en clase. Solo funciona porque todos los eslabones de la cadena se portan como autómatas descerebrados. Yo escribo una dirección y ellos sencillamente, obedecen. Sin hacer preguntas, ni hacer cambios. Sin pararse a contemplar la eternidad, la belleza o la muerte.
Nadie diría que estamos ante una serie sobre el terrorista norteamericano más peligroso y letal del siglo XX. Pero así es. Un asesino que pretendía utilizar la muerte como instrumento revolucionario. Se llamaba Unabomber, un apodo que proviene de las siglas de University and Airline Bomber (Terrorista de Universidades y Aerolíneas).
En los años 80 y principios de los 90, Ted Kaczynski (Paul Bettany) sembró el pánico en Estados Unidos con paquetes bomba enviados por medio del correo postal. Los avances en la investigación eran mínimos hasta que el analista de conductas James “Fitz” Fitzgerald (Sam Worthington) empezó a estudiar el lenguaje utilizado en la cartas y largos textos que Unabomber enviaba a sus víctimas, y también a los periódicos, para difundir mensajes antisistema revolucionarios.
Un detective psicólogo
Curiosamente coincide esta serie con otra de argumento similar; la sobrevalorada Mindhunter. Es fácil hacer paralelismos entre ellas ya que se basan en métodos de investigación originales (la psicología y el análisis lingüístico) y en la conexión enfermiza entre el asesino y el detective. La ficción producida por David Fincher ha logrado la fama y el prestigio pero, en mi opinión, esta miniserie es muy superior.
Para empezar el duelo entre el sociópata y el investigador es vibrante, apoyados en detalles mínimos de guión que saben aprovechar con excelencia Sam Worthington y Paul Bettany. Los constantes saltos en el tiempo dan una visión muy completa de los dos personajes que acaban obsesionados por la perfección que les exige el adversario. Quizá en los primeros capítulos este uso del tiempo hace que la acción resulte demasiado intermitente, pero en la segunda parte de la temporada está muy lograda la evolución de la trama y la definición de los personajes.
Como sucede en los buenos guiones, los personajes perversos son cuidados con especial esmero sin ceder a maniqueísmos simplificadores. Unabomber es superdotado, cruel, sensible en algunos momentos, manipulador y tremendamente arbitrario. Un genio sugerente que te interesa de principio a fin. Igual sucede con el detective por casualidad que acaba dedicando toda su vida a capturar al asesino. Es un personaje vulnerable, con un don especial para apuntar nuevas vías de investigación, que se va metiendo en una cueva en la que no hay salida. Sabe que va a acabar quedándose solo, en medio de la oscuridad, esperando a un monstruo que tal vez no aparezca nunca.
Intensidad dramática
Pocas series en la actualidad pueden presumir de una planificación tan elaborada. El director norteamericano Greg Yaitanes realiza los 8 capítulos de la serie con la experiencia de haber trabajado en más de 200 episodios televisivos en House, Banshee o Quarry. Coloca la cámara muy cerca de los dos protagonistas y registra cada mínimo gesto que perfila un carácter muy complejo. Muy significativos y brillantes son los contados careos de los personajes.
También da protagonismo y significado a esa solitaria cabaña de Unabomber en medio de un bosque idílico, a los siniestros buzones de correo, a las temibles aperturas de las cartas. El uso de la voz en off de Unabomber es constante pero en ningún momento resulta accesoria. Sus inteligentes monólogos se compenetran a la perfección con imágenes metafóricas que reflejan la peculiar y abstracta vida de este siniestro personaje de vida monástica.
La música electrónica de Gregory Tipi (colaborador en películas como Drive, El contable y series como The Knick) intensifica la atmósfera asfixiante de una historia que resulta fascinante. Una vez más se demuestra que las temporadas cortas de entre 8 y 10 capítulos de 40-45 minutos tienen más facilidad para no perderse en tramas secundarias de relleno y centrarse en los aspectos más interesantes. Manhunt: Unabomber es un prodigio de intensidad dramática y claridad expositiva. La manera que tiene de desvelar las incontables novedades de la investigación es uno de los grandes méritos de una de las mejores series de la temporada.