A sus 85 años, el cineasta japonés Yoji Yamada sigue ofreciendo a los buenos aficionados al Séptimo Arte actualizaciones sensacionales del inmortal estilo de su maestro Yasujiro Ozu. Muchos ya compararon su filme Una familia de Tokio con Cuentos de Tokio, el clásico de 1953. Ahora retoma a los mismos actores en Maravillosa familia de Tokio, otra tragicomedia magistral, incluso más parecida al inmortal filme de Ozu.
Esta vez, el detonante de los líos de la familia Hirata es la sorprendente declaración de la abuela Tomiko. Durante la celebración de su cumpleaños, la siempre equilibrada anciana manifiesta su firme deseo de divorciarse de su marido, el cascarrabias abuelo Shuzo, con el que lleva casada más de 50 años. Como es lógico, el abuelo y los tres hijos del matrimonio deberán controlar el pánico inicial e intentar encontrar una solución. Eso les obligará a replantearse sus propias relaciones conyugales, paternofiliales y hasta laborales, manifiestamente mejorables.
Como siempre, el guion de Yamada y su colaboradora habitual Emiko Hiramatsu rezuma humanidad, intensidad dramática y buen humor, en un irresistible cóctel agridulce, sorprendentemente universal en su localista costumbrismo. Por su parte, todos los actores vuelven a lucirse, potenciando esta vez los perfiles más cómicos de sus personajes, aunque sin descuidar en ningún momento el fondo dramático de sus relaciones. Y pone la guinda el prestigioso compositor Joe Hisaishi, siempre sugerente en las constantes transiciones de la película entre la comedia y el drama.
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