Tim Burton revuelve de nuevo el baúl de sus recuerdos de infancia y homenajea las viejas películas de ciencia ficción, inspiradas en La guerra de los mundos, de H.G. Wells, donde los marcianos invaden la Tierra. Esas películas de serie B son el origen de Mars Attacks!, junto a una colección de cromos de los años 60 editada por Topps, un fabricante de chicles.
Jonathan Gems imagina una historia que deja a un lado el miedo por la suerte de los personajes, para seguir una inesperada veta humorística. La fidelidad a esta idea de tomar a broma la invasión alienígena proporciona gran parte de su solidez al film, una sucesión de gags muy divertidos, y casi siempre elegantes. A diferencia de Independence Day, no hay lugar para la épica o las llamadas al patriotismo; no se da esa mezcla desconcertante de dramatismo con humor.
Tim Burton sacrifica esta vez algo importante en sus films: el cariñoso dibujo de personajes. No hay aquí nadie a añadir a la entrañable galería de los Jack Skellington, Eduardo Manostijeras, Ed Wood… Pero este deliberado esquematismo ayuda a que aquello que les ocurre a los numerosos personajes no importe demasiado; lo que importan son las ideas o comportamientos que representan. Pues el film, entre bromas y veras, critica con humor mordaz los extremismos pacifistas y belicistas, la confianza ciega en la ciencia, el afán de riquezas, la telebasura, la espiritualidad New Age, el afán de grandeur en política y los escándalos sexuales de los políticos.
La concepción visual de las imágenes, basada en los colores chillones de unos cromos de curioso estilo kitsch, es magnífica. Los efectos especiales -digitales pese al deseo de Burton de recurrir a la animación fotograma a fotograma- recrean con originalidad los peculiares marcianos y sus naves espaciales, que en sus líneas simples se alejan de las elaboradas maquetas de La guerra de las galaxias o Independence Day.