El protagonista es un policía amargado tras perder a su esposa e hijo, que han sido asesinados. Payne vive por y para vengarse. Esta película es una muestra más del afán de los grandes de Hollywood por dar con El Dorado, es decir, conseguir el producto seguro, y por ello llevan años trasladando a la pantalla grande los comics y los videojuegos de mayor éxito.
Como suele suceder, el guión sufre el lastre de la historia original organizada en pantallas. El espectador que no conoce el videojuego, se encuentra con un thriller desconcertante, que ha calcado la ambientación y algunas de sus escenas clave. Lo más logrado es la atmósfera siniestra y opresiva, pero a esa oscuridad se añaden las extrañas apariciones, producto de las drogas, que sólo aportan confusión. Las escenas de acción abusan de la cámara lenta, para recordar que el juego de Max Payne fue el primero que permitió mover al personaje de esta manera, para saltar y disparar a la vez. Pero en la película resulta cargante y está muy visto.