La familia McLusky ha vivido siempre del negocio más poderoso de Kingstown (Michigan): las numerosas cárceles que la convierten en la capital del crimen entre rejas. En ese entorno, Mike procura sobrevivir en un mundo de corrupción en el que apenas se vislumbra algún motivo de esperanza.
De Taylor Sheridan hemos hablado mucho este año (1883, Tulsa King, Yellowstone). Este director y guionista norteamericano se acerca, ahora, al microcosmos carcelario desde su habitual punto de vista: un enfoque marcado por la crueldad y la violencia, en el que, sin embargo, se percibe un anhelo de esperanza y humanidad en algunos personajes. La oscarizada Dianne Wiest es la conciencia de esta serie: una profesora que pretende legar un futuro mejor a la sociedad empezando por reconducir a sus dos hijos (excepcionales Jeremy Renner y Taylor Handley).
Esta ficción tiene un comienzo excelente, con una presentación de personajes e inicio de la trama trepidante y compleja. Desgraciadamente, en esta ocasión, su creador satura el desarrollo con una truculencia que termina siendo excesiva. La crueldad y perversión no llega a compensarse en una narración desequilibrada, con aciertos pero también con redundancias innecesarias que terminan por dañar la originalidad y sugerencia de la historia.