El asesinato de un famoso productor en París, en 1935, genera multitud de sospechas. Una joven y arruinada actriz es la principal sospechosa, pero el juicio se convierte en todo un espectáculo en directo en el que nada es lo que parece.
En su anterior película, la denostada Peter von Kant, el director y guionista francés François Ozon había amagado con volver al registro almodovariano después de varios títulos dramáticos muy superiores como Frantz, Gracias a Dios o Todo ha ido bien. Con Mi crimen parece querer descansar con una ligerísima comedia de giros y equívocos permanentes. La obra original de Georges Bell y Louis Verneuil en la que se basa es ingeniosa, y el director sabe que la dirección artística y los actores transmiten el esplendor del vodevil francés.
A pesar de un par de concesiones, la película es voluntariamente exagerada pero elegante en su mayor parte, en la misma línea que títulos anteriores del cineasta, como 8 mujeres o Potiche, pero bastante más entretenida.