Una mujer llamada Lena y dos niños viven en un refugio aislado con ventilación forzada y sin contacto exterior. Su secuestrador, que ejerce de figura paterna, establece un riguroso sistema de reglas de obligado cumplimiento y de sanciones. El thriller arranca cuando la mujer consigue escapar del cautiverio.
Estamos frente a una trama de ficción basada en la novela homónima de Romy Hausman, que guarda similitud con historias reales como la de Joseph Fritzl o la de Wolfgang Přiklopil. Pese a que el argumento no es excesivamente original (La habitación, La chica de nieve, La marca de un secuestro), se trata de un producto de muy buen nivel.
Una de sus mayores virtudes es que, a diferencia de lo que vemos en muchos otros thrillers, la trama es simple, carece de enrevesamiento, pero no por eso resulta menos intrigante. El guion funciona gracias a la dosificación de información, tanto para narrar lo ocurrido durante el cautiverio con breves y abundantes flashback, como con las pistas que va proporcionando la pequeña protagonista. Las constantes inserciones del horror son, por su brevedad, bastante tolerables para una amplia mayoría y dejan espacio a la imaginación sin recrearse en lo cruento. La acción progresa a buen ritmo, evitando el defecto frecuente de alargar los episodios sin sentido. Sorprendentemente, el final consigue cerrar con éxito.
Destaca también una planificación excelente y una cuidada iluminación en tonos fríos, muy característicos del thriller. En cuanto al reparto, el protagonismo se lo reparten Kim Reidle, que interpreta a la supuesta madre de los niños, y la pequeña Naila Schuberth, la niña que se menciona en el título. Ambas ofrecen interpretaciones muy medidas y complementarias.