Director: André Techiné. Guión: André Techiné y Pascal Bonitzer. Intérpretes: Catherine Deneuve, Daniel Auteuil, Marhe Villalonga, Jean-Pierre Bouvier, Chiara Mastroianni. 125 min. Adultos.
Con más de una docena de largometrajes, André Techiné presenta en Mi estación preferida la historia de un hermano (Daniel Auteuil) y una hermana (Catherine Deneuve); historia que adquiere toda su fuerza, todo su sentido, en el momento en que su madre (Marthe Villalonga), campesina y analfabeta, pierde poco a poco la razón y la vida. Los hermanos se enfrentan entonces a lo que ellos mismos han hecho de su propia existencia…, para bien y para mal. Sin nostalgia alguna, porque es siempre en el presente donde se construye el pasado. Entre el vértigo de reencontrarse y el dolor de separarse, el hermano y la hermana encontrarán finalmente su justo lugar en el mundo; mejor dicho, un lugar preciso, no sé si justo.
La historia está muy centrada en los dos hermanos -él, médico y soltero; y ella, abogada, casada y con dos hijos jóvenes-, en su relación mutua y en la de ambos con su madre. Es un complejo entramado de egoísmos, generosidad, malentendidos, silencios, y amor sin duda; es una sutilísima creación de personajes (magníficamente recreados por los tres actores), un realismo de almas, que, en su apariencia de normal cotidianidad, es violencia, que la venda del egoísmo lleva a la crueldad e irresponsabilidad inconscientes, o sin conciencia. La cultura de los hijos no alcanza la sabiduría de la anciana madre, que les dice: «Hubiera deseado tener un tercer hijo, que, sin tantos estudios ni carreras, me quisiera en su casa».
Ni el mismo Techiné ha hablado de su obra en ese sentido, que en algunos ámbitos podría resultar tan tradicional, o tan molesto y desasosegante. Pero ahí está el sentido y la fuerza, que lo son más en esa magistral representación de lo cotidiano, bello, no hiriente, a media voz…, tono menor en que el dolor ahoga, sin grito. Diversas estaciones, paisajes, lugares e interiores, fiestas de familia…, todo en un lenguaje vivo, naturalísimo. Con los diálogos y los hechos los dos hermanos se autodefinen como dos enanos de espíritu: ese enanismo espiritual que caracteriza una sociedad enraizada en el egoísmo. Y que lleva incluso, como se apunta en el comportamiento del hermano, y en su cobardía interior, a un deseado amor incestuoso. Otras facetas de comportamiento inmoral, en un segundo plano que retrata algún sector social de hoy, presenta la atolondrada irresponsabilidad de los dos hijos jóvenes de la familia.
Pedro Antonio Urbina