El director alemán Stefan C. Schaefer dirige una cinta de corte independiente, con actores poco conocidos, pero con un interesante y grato resultado. El protagonista es un joven y exitoso ejecutivo alemán llamado Niklas (Ken Duken), que viaja a Nueva York con la misión de despedir a toda una división de la empresa a la cual pertenece. En esa división trabaja Leticia (Nicole Beharie), que conoce casualmente a Niklas sin saber que es quien le acaba de despedir. Comienza así un enredo más dramático que cómico, que va más allá de la anécdota amorosa para hablarnos de qué cosas son importantes en la vida y cuáles no.
Con tres años de retraso nos llega esta película romántica, que con toda su sencillez, supone una interesante aportación con elementos valiosos. Por un lado, el personaje de Leticia está marcado por una religiosidad que condiciona positivamente su forma de entender el amor. Por otro, Niklas encarna el ideal moderno de hombre autosuficiente, duro, que no admite un “no” por respuesta y para el que las mujeres son un consuelo fugaz. Si Niklas encarna la cultura del éxito, Leticia considera exitosa una vida plena a otro nivel más auténtico. Interesante elemento catalizador es el personaje del chofer, que es como el coro de las tragedias clásicas y representa el polo humorístico del film.
La dirección de actores está llevada con oficio y el tempo narrativo funciona correctamente, y aunque nunca nos abandona una cierta sensación de déjà vu, lo cierto es que la película puede ser muy bien acogida por un público amplio.
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