Ocho adolescentes guerrilleros apodados “Los Monos” son instruidos por un sargento paramilitar en la cima de una montaña. Sus misiones son cuidar y vigilar a una doctora norteamericana secuestrada y mantener en buen estado a una vaca que alimenta a este peculiar grupo de salvajes.
El director colombiano Alejandro Landes, de 39 años, ha impulsado su carrera con esta coproducción en la que han intervenido hasta seis países latinoamericanos y europeos. El centro dramático de la historia es la utilización de niños y adolescentes en las guerras de sus mayores. Junto con el abuso de menores en los mercados del sexo y de la droga, esta realidad es tan impactante que requiere mucha valentía del espectador para observar, y de los cineastas para acertar con el tono adecuado.
Visualmente, la película tiene personalidad, color y paisajes maravillosos que contrastan con la crueldad del argumento. Los intérpretes jóvenes están magníficos en su comportamiento animal, en su modo de comunicarse, luchar, comer… La música redondea la atmósfera selvática con la personal composición de la británica Mica Levi, nominada al Oscar por Jackie, de Pablo Larraín.
Landes tiene algunas incursiones excesivamente desagradables que podían haber sido aliviadas con gestos mínimos de humanidad o desarrollo de tramas secundarias. Su película tiene más impacto visual que dramático, ya que el guion no está a la altura de las imágenes, los actores o la música.
De todas formas, habrá que estar pendiente de la evolución de este cineasta que tiene un estilo muy sugerente y un lenguaje propio que recuerda en su precisión y violencia a los inicios de directores latinoamericanos como Alejandro González Iñárritu (Amores perros) o José Padilha (Tropa de élite).