Después de trece años de espera, el 9 de octubre de 2002 moría ejecutada en Florida Aileen Wuornos, considerada como la primera asesina en serie de Estados Unidos. Violada por primera vez por su padre a los 8 años, y prostituta desde los 13, su descenso definitivo a los infiernos comenzó tras conocer en un bar gay a una joven y posesiva lesbiana -Selby en la película- y escapar con ella en un desesperado intento de encontrar amor auténtico. Sin embargo, el clima enfermizo de esta traumática relación, la desesperada actuación de los padres de Selby y la constante necesidad de dinero provocan en Aileen una tremenda agitación que estalla ante la salvaje actitud de uno de sus clientes. Ése fue el primero de los siete hombres asesinados por Eileen, según ella, en legímita defensa.
Con esta truculenta historia -que ya ha inspirado un telefilm y dos documentales- debuta en el largometraje la guionista y directora Patty Jenkins, recién licenciada en el American Film Institute. Sin duda, lo mejor es la impresionante interpretación de la actriz sudafricana Charlize Theron, también coproductora de la película. Su trabajo le ha ganado numerosos premios de la crítica, el Globo de Oro a la mejor actriz dramática y una candidatura al Oscar a la mejor actriz. A años luz está Christina Ricci, a menudo muy poco creíble.
Ese desequilibrio en las interpretaciones agrava aún más la falta de personalidad de la puesta en escena de Jenkins, cuyo tratamiento hiperrealista de la violencia y el sexo resulta visualmente morboso y verbalmente muy zafio. Estos defectos se suman a la irregularidad del guión y su falta de perspectiva ética, especialmente irritante en su tópica visión del lesbianismo y en su cierta justificación de los crímenes de Eileen, a la que se presenta poco menos que como una víctima de la sociedad. Todo este caos convierte la película en un producto indigesto.
Jerónimo José Martín