Monster House

Guión: Dan Harmon, Rob Schrab, Pamela Pettler. Voces en la V.O.: Steve Buscemi, Maggie Gyllenhaal, Mitchel Musso, Sam Lerner, Spencer Locke. Animación. 90 min. Jóvenes.

DIRECCIÓN

GÉNEROS

DJ, un joven de doce años, está obsesionado con su vecino de enfrente, el señor Nebbercracker, viejo colérico que ahuyenta de malos modos a todo aquel que se acerca a su casa. DJ espía todo lo que hace el vecino, por ejemplo cómo confisca el triciclo a una niña que ha pisado el césped de su casa. En vísperas de Halloween, lo que cae en el césped de Nebbercracker es la pelota de baloncesto nuevecita de Chowder, el mejor amigo de DJ, y por culpa de esa pelota se van a meter en un montón de problemas: van a descubrir que la casa está viva y que tiene muy malas intenciones. También van a decidir que hay que hacer algo algo al respecto. Para hacerlo, ya que los adultos no quieren ayudar, contarán con la ayuda de Jenny, una chica de su edad a la que acaban de conocer.

«Monster House» es una deliciosa comedia juvenil con el envoltorio de película de miedo. No tiene intención de asustar más que lo imprescindible mientras rinde homenaje al cine que le gusta a Spielberg y Zemeckis, productores ejecutivos de esta cinta. Ambientada en los años ochenta, se reconocen sin problemas personas, objetos y situaciones que hemos visto en «E.T.» o en «Amityville».

En otro orden de cosas, «Monster House» es un alarde técnico. Se trata de una película de animación digital realizada con la tecnología de «The Polar Express», es decir que ha utilizado actores humanos a los que han colocado sensores para digitalizar los movimientos del cuerpo y de la cara, y el resultado es extraordinario: unos dibujos animados con una expresividad corporal y facial absolutamente creíble, y tan humano que provoca en el espectador una cascada de buen humor: la entrada de Chowder, joven descoordinado, en casa de DJ, o las caras de Jenny intentando vender golosinas para Halloween hacen reír más por su autenticidad que por ser intrínsecamente graciosas. Probablemente sea este detalle, junto con la mayor facilidad para la transposición de los años ochenta, lo que ha llevado a los productores a elegir el formato de animación para una película que podría haberse rodado íntegramente con personajes reales.

«Monster House» no tiene el acabado perfecto al que nos está acostumbrando Pixar, pero es buena película, familiar y algo nostálgica de la época en que Spielberg y Zemeckis todavía eran jóvenes.

Fernando Gil-Delgado

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