Mr. Robot

TÍTULO ORIGINAL Mr. Robot

PRODUCCIÓN Estados Unidos - 2015

DURACIÓN 45 min.

CREADORES

GÉNEROS,

PÚBLICOAdultos

CLASIFICACIÓNLenguaje soez, Violencia, Sexo

ESTRENO27/05/2015

“El mundo es, simplemente, un gigantesco engaño” (Elliot Anderson, 1.1)

Hay series en las que, por la adrenalina de los personajes y el zigzagueo de la trama, asomarse a una crítica es como adentrarse en un campo minado. Minado de espoilers, claro, ese anglicismo que viene a ser lo que toda la vida llamábamos “destripar la trama” o “arruinar una sorpresa narrativa”. Por tanto, para leer sobre la premiada Mr. Robot hay que asegurarse de que el crítico ha realizado una eficaz labor de zapa: todas las bombas de la trama están desactivadas en las siguientes líneas. Puede pasar de párrafo sin miedo.

Galardonada con el Globo de Oro a la mejor serie dramática, Mr. Robot constituye una anomalía en el paisaje seriéfilo. El producto –que en España está emitiendo Movistar Plus desde este mes– forma parte de la parrilla de USA Network, un canal acostumbrado a procedimentales de calidad, aseados, simpáticos, astutos: Monk, Burn Notice, Suits. Con Mr. Robot, sin embargo, la cadena se lanza a tumba abierta a por un relato horizontal, donde una gran trama de fondo ocupa los diez vibrantes –atosigantes, aptos para maratonear– capítulos de la primera temporada.

Una serie inteligente, adictiva, que logra transmitir al espectador tanto la ansiedad de la hiperconectividad como la inseguridad de nuestra exposición cibernética

Sin quebrar la promesa del primer párrafo, sí podemos catalogar Mr. Robot como un thriller conspiranoico. Además, el lema del cartel promocional ya insinúa por dónde van los bits: “Nuestra democracia ha sido hackeada”. En consecuencia, clicamos un perímetro dramático muy contemporáneo, casi futurista… si no fuera porque hace una década que alcanzamos el futuro. La trama de Mr. Robot está atravesada por ordenadores, móviles, virus, troyanos, contraseñas, problemas de privacidad y un grupo variopinto de “anonymous” que se dedican a destapar las vergüenzas de políticos canallas y grandes corporaciones corruptas. Robin Hoods del wifi, para que nos entendamos.

Sensación de vulnerabilidad

Pero lo atractivo de Mr. Robot no es tanto la historia, sino la manera de contarla. Sam Esmail, el creador, ha optado por una estética saturada, agobiante, de las que logran transmitir al espectador tanto la ansiedad de la hiperconectividad como la inseguridad de nuestra exposición cibernética. Uno acaba dos capítulos seguidos de Mr. Robot y le falta tiempo para resetear todas sus contraseñas del correo y posponer dos semanas cualquier compra electrónica.

Tanto la incómoda sensación de vulnerabilidad como la retórica de la desazón que maneja Mr. Robot se complementa con un empleo machacón de la voz en off, clave para hipnotizar al espectador. Elliott Anderson (un impresionante, lisérgico Rami Malek) compone un protagonista rotundo, una mezcla de síndrome Asperger, friki de los videojuegos y tipo perdido en su propio laberinto. La omnipresencia de la voz en off permite que el espectador comparta, hasta el paroxismo, las dudas, los miedos y los remordimientos del protagonista, enfatizando así el tormento de un viaje por los nublados territorios de la identidad, los recuerdos y la venganza.

Si metemos en una coctelera el manifiesto hacker, el populismo del Occupy Wall Street, el aroma del cyberpunk y lo agitamos con chorritos de El club de la lucha, Taxi Driver o Réquiem por un sueño (en ese angustioso síndrome de abstinencia del cuarto capítulo), la pantalla nos exhibe algo muy parecido a este Mr. Robot. Una serie inteligente, adictiva, con mejor arrancada que llegada a meta. Un relato con un protagonista tan poderoso como sosos resultan algunos de los secundarios. Y capaz, en estos tiempos que corren, de quebrar la cintura con su forma de titular cada capítulo, al canibalizar los formatos de los archivos electrónicos: “eps1.0_hellofriend.mov”, “eps1.2_d3bug.mkv”, “eps1.3_da3m0ns.mp4”…

En uno de sus alegatos finales, Elliott Anderson se sube a lomos, una vez más, de la sospecha posmoderna: “Vivimos en el reino de la mentira, un reino en el que has vivido demasiado tiempo. No me digas que no soy real. No soy menos real que el maldito pedazo de carne en tu hamburguesa” (“eps1.9_zer0-day.avi”, 1.10.). Del espectador depende calibrar si el baile de disfraces de Mr. Robot merece el prestigio crítico que ha ganado o, por el contrario, va directo a su carpeta de spam.

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