Sandeman (el fallecido Richard Harris en una de sus últimas actuaciones) es el mayor y más temido señor del crimen de Liverpool, que sufre las consecuencias de la recesión económica. Un dramático suceso hace tambalearse el siniestro y ominoso reino de Sandeman, que se ve obligado a medir la fidelidad de sus tres hijas.
El británico Don Boyd, veterano de la televisión nacido en 1948, advierte que «no hay serios paralelismos entre El Rey Lear y el guión definitivo de My Kingdom aparte de los básicos recursos familiares. Quien espere una adaptación moderna de esa obra se sentirá muy defraudado». Aclarado este particular, me parece que hay mucho talento en este retrato brutal de la degradación de una familia instalada en el crimen. No se ahorran momentos de extraordinaria violencia, quizás porque a Boyd le incomoda -así lo ha manifestado- el manierismo altanero de algunas redefiniciones modernas de los títulos señeros del cine de gangsters. La declarada antipatía de Boyd por películas como Uno de los nuestros o Casino se manifiesta en una puesta en escena de enorme sobriedad que aporta un verismo nada habitual. Los magníficos diálogos se pronuncian en un inglés de bajos fondos, los mismos que investigó el periodista de The Guardian, Nick Davies, coautor del guión y autor del libro en que se basa: Dark Heart: The Shocking Truth About Hidden Britain.
Ciertamente, la película sirve como pocas para mostrar el mundo del hampa con sus colores originales, sin el menor asomo poético. Con todo, Boyd podría haber usado la elipsis sin perder ese verismo que parece imprescindible para algunos: rufianes, drogas, burdeles sin maquillar. My Kingdom es una película muy dura, desagradable, con momentos de cine muy grandes, propiciados por un guión cincelado, que un reparto de mucha altura interpreta con convicción. En la V.O. uno se rinde ante Harris, un grandísimo actor. Dios le tenga en su gloria.
Alberto Fijo