Las fiestas de San Fermín del año 2008 terminaron de forma trágica en Pamplona. El siete de julio, una estudiante de Enfermería, Nagore Laffage, moría asesinada por un joven médico, José Diego Yllanes. El crimen conmocionó a la ciudad. El culpable no tardó en confesar y fue condenado a doce años por homicidio. Desde ese momento, la madre de Nagore, Asun Casasola, emprendió una batalla legal para que se cambiara la condena de homicidio por la de asesinato. Diferentes instituciones la apoyan defendiendo que el crimen de Nagore es un caso claro de violencia machista.
La realizadora navarra Helena Taberna (Yoyes, La buena nueva) maneja con inteligencia un material muy sensible para armar un buen documental de gran interés humano y sobre todo jurídico. Partiendo de un hecho atroz y de un claro posicionamiento ideológico, Taberna no se deja llevar ni por el exceso melodramático ni por el mitin político, y va reconstruyendo el crimen, a través de testimonios y dando voz a todos. Hay que reconocer que el material es valioso desde el punto de vista documental y que Taberna, al recoger el testimonio del asesino, “equilibra” la tesis de su película (pudo ser un asesinato premeditado o un homicidio desencadenado por la suma de una serie de factores); pero las imágenes que reconstruyen el crimen abren la puerta a que un documental casi siempre ejemplar se escore peligrosamente en esos momentos hacia el morbo y el sensacionalismo.