Christine (Nicole Kidman) es una mujer de 47 años que, a consecuencia de un misterioso suceso, desde que tenía 25 es incapaz de recordar el pasado ni de mantener los recuerdos recientes durante más de un día. Así que todas las mañanas, al despertarse, cree que está soltera y que aún debe tomar grandes decisiones, y se asombra de ver a su lado a Ben (Colin Firth), un hombre que dice ser su marido y que le ayuda pacientemente a reiniciar su vida cada día. También a diario, en cuanto Ben se va al trabajo, Christine recibe la llamada del Dr. Nasch (Mark Strong), que dice ser su neurólogo y que la insta a ver el vídeo que ella misma se ha grabado el día anterior y que ha escondido para que Ben no lo viera. Vídeo a vídeo, Christine va descubriendo hechos que no cuadran con los relatos de Ben y del Dr. Nasch.
Podría haber dado mucho de sí este inquietante argumento, con elementos de Memento, The Majestic, Mulholland Drive, 50 primeras citas y otras películas sobre amnésicos. Un argumento convertido en novela en 2011 por el inglés S.J. Watson y en guion por el propio director del filme, el londinense Rowan Joffe (Brighton Rock), hijo del cineasta Roland Joffé y la actriz Jane Lapotaire. Además, el filme contaba con un reparto estelar y un notable equipo técnico. Todos ellos cumplen con creces, pero la película casi nunca conmueve al espectador como debería. Una parte de la culpa hay que adjudicársela a la plana puesta en escena de Rowan Joffe, cuyas constantes invocaciones al maestro Hitchcock y sus discípulos se quedan siempre cortas. Pero falla sobre todo el guion, arrítmico, confuso, a ratos tramposo, y demasiado explicativo en su recta final. Tampoco ayuda la impostada sordidez de ciertas concesiones eróticas y sanguinolentas.
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