Jane y Jake llevan diez años divorciados. Jane regenta con éxito una pastelería y vive con sus tres hijos mayores. Jake ha vuelto a casarse con una mujer joven empeñada en hacerle padre otra vez. Una cena con exceso de alcohol, en la que recuerdan sus 19 años de matrimonio, acaba en affaire y abre la puerta a una posible reconciliación.
La nueva película de Nancy Meyers (Cuando menos te lo esperas, The Holiday) tiene algunos logros indudables: gags divertidos, réplicas ingeniosas y un reparto que funciona. Lo de Streep no sorprende; Alec Baldwin, riéndose de su físico, está muy bien, y John Krasinski demuestra que tiene una rara habilidad para la comedia. Además el guión de la propia Meyers levanta acta de algunos problemas que hay detrás del divorcio pacífico y aparentemente superado: desde el sufrimiento de los hijos, hasta el desconcierto de algunos hombres que, con sesenta años y edad de mimar a los nietos, se ven criando de nuevo a sus hijos.
El problema es que esta reflexión sobre el divorcio está envuelta en una cinta repetitiva con un tono grosero y desinhibido que casa poco con lo que la película es: una comedia de cierto caché dirigida a un público que ronda la cincuentena.