Una singular película del director israelí Joseph Cedar, quien ya sorprendió agradablemente, premio incluido en Cannes al mejor guion, con Pie de página, tragicomedia que ahondaba en las relaciones entre dos estudiosos del Talmud, padre e hijo. Ahora entrega su primera película rodada mayormente en inglés, y con estrella hollywoodense protagonista, un Richard Gere que nunca ha estado mejor, o casi. Y es fiel a sus señas de identidad, su mirada a la naturaleza humana con elementos tragicómicos.
Norman Oppenheimer es un tipo asombroso. Posee mucha labia, resulta encantador, puede ser como una lapa, y tiene la increíble capacidad de lograr contactar con todo aquel que pone en su punto de mira. Se hará amigo en Nueva York de un político israelí de rango modesto, y unos años después podría ser su gran momento, pues aquel tipo más o menos gris es ahora el primer ministro.
El gran logro de Cedar es construir una especie de fábula contemporánea con aires caprianos y sutil ironía, con personalidad propia, acerca del mundo de la política y el tráfico de influencias, cuestión de rabiosa actualidad. Lo hace con humor suave y nada tosco, sin aspavientos, con una trama inteligente, pero que quizá no sabrán degustar todos los paladares. Gere, con su peculiar atuendo, su abrigo marrón claro y su característica gorra, imprime a su personaje un aire casi mágico, de cierta irrealidad cautivadora, que va a chocar con el mundo real. Le asiste un magnífico reparto de secundarios, generosos por conformarse con unos papeles pequeños y no pretender robar la función.
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