Las primeras imágenes de Número 9 son hechiceras: unas manos dan las últimas puntadas a un pequeño y tosco muñeco humanoide que tiene grandes ojos metálicos, mientras una voz triste lamenta lo que ha ocurrido y afirma que la vida debe continuar. Poco después el muñeco cobra vida y comienza a explorar el mundo, gris, ruinoso, desolado. El muñeco, con un número 9 pintado a su espalda, está solo.
Estamos ante una obra hipnótica, una película que inquieta, asombra, cautiva y conmueve, a pesar de que su contenido -aparentemente- es mínimo. Técnicamente es un trabajo extraordinario: se diría que es una obra realizada con técnica stop motion, y no de animación por ordenador.
Los muñecos tienen un acabado perfecto, parecen vivos. La historia se narra casi sin palabras, especialmente la primera mitad, dedicada a presentar el mundo y los pocos seres que lo pueblan. La cámara (entiéndase, lo que parece la cámara porque estamos en una cinta animada) logra que el espectador entre en la historia, se imita un rodaje tradicional, eligiendo con esmero cada plano, cada movimiento, todos tienen una finalidad. Los colores, de gama limitada pero intensa, ayudan a dar fuerza al texto, que interpretan con solvencia un grupo de grandes actores, con voces expresivas que realzan a los personajes.
Este largometraje nace de un corto homónimo del propio Acker, que fue candidato al Oscar en 2006, con una realización compleja, que le llevó más de cuatro años. Ambos filmes comparten una visión fatalista de un mundo futuro, descrito con estética retro, entre el misticismo y el mecanicismo victoriano.
El largometraje explica cómo se llegó a aquella situación y quiénes son esos muñecos, ahora llenos de vida y personalidad propia. Para muchos críticos, la historia es insuficiente. No comparto esa opinión, aunque es cierto que podría ser más rica; pero es lo que es: un gran espectáculo, cine puro, que demuestra que la tecnología digital es una herramienta con la que un artista puede hacer maravillas -y un realizador mediocre, cosas mediocres-.
Una obra, en resumen, de gran brillantez visual, que habla de la humanidad y de sus mejores cualidades. Aunque la puedan ver jóvenes -desde los 10 años- será más apreciada por los mayores. Me temo que el trailer promocional revela en dos minutos misterios y preguntas que se plantean en la primera mitad de la cinta y que la otra mitad se esfuerza en responder. Mejor no verlo.