«Obaba», adaptación del libro con el que Bernardo Atxaga ganó el Premio Nacional de Narrativa en 1989, inauguró la 53 edición del Festival de San Sebastián y ha sido seleccionada por la Academia de Cine para representar a España como candidata al Oscar a la mejor película rodada en lengua no inglesa.
Buen contador de historias, Montxo Armendáriz ha tardado diez años en dar con un hilo conductor para enlazar las historias elegidas entre las 28 que componen «Obabakoak». Lourdes, una estudiante de cine, acude a Obaba con una pequeña cámara de vídeo para realizar un ejercicio académico. Quiere atrapar la realidad de ese pueblo, de su mundo. Poco a poco se introduce en las misteriosas vidas de algunos de los habitantes, a los que accede a través de una antigua foto de los alumnos con su maestra.
El realizador navarro apela nuevamente a la nostalgia como elemento catalizador de los relatos, con un constante recurso al «flash back» a lo largo del todo el metraje. Los niños adquieren un protagonismo similar al que tenían en «Secretos del corazón», película mucho más lograda que «Obaba».
La invención del personaje de Lourdes como elemento de cohesión de todas las historias propicia unas reflexiones sobre la creación cinematográfica (Atxaga las hará sobre la creación literaria). Dice Armendáriz que le gusta contar «de modo que los personajes sean verosímiles y desprendan emoción». En «Obaba» lo intenta pero no le sale. Cuenta cosas, transmite cierta emoción y algo de misterio (ayuda especialmente la banda sonora), pero lo que cuenta es poco interesante, liviano, superficial.
Como otras veces, se nota la buena mano de Javier Aguirresarobe en la dirección de fotografía. El capítulo interpretativo (a excepción de López de Ayala) deja que desear, con un cargante aire teatral que puede deberse a una inadecuada aproximación al texto original.
Sofía López