Con sus series de personajes reales ambientadas en el universo Star Wars, Disney dio una de cal y otra de arena: Si The Mandalorian convenció a público y crítica por la originalidad de un argumento basado en el mundo galáctico y con los elementos de este, pero sin relación directa con las películas de Star Wars, El libro de Boba Fett supuso un rotundo fracaso por su deslavazado guion y por carecer de personajes que despertaran empatía. Ahora, Disney se atreve con uno de los personajes principales de la saga que comenzó George Lucas en 1977, el maestro Jedi Obi-Wan Kenobi, interpretado por Alec Guinness en la primera entrega, La guerra de las galaxias, rebautizada más tarde como Episodio IV – Una nueva esperanza.
Tras la apertura con la icónica frase “Hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana…”, con que comienzan las nueve películas de Star Wars, un prólogo de cuatro minutos de duración —con escenas de los episodios I a III— sirve de introducción a Obi-Wan Kenobi. De este modo, la serie tiende un puente entre los episodios III y IV.
Ahora bien, si el episodio III finalizaba con el exterminio de los Jedis y con el nacimiento de Leia y Luke, hasta el comienzo de Obi-Wan Kenobi hay un salto de diez años, la edad que tienen los mellizos: Leia vive en el planeta Alderaan y Luke en Tatooine. Ese tiempo lo ha transcurrido, oculto en el desierto, el maestro Jedi, que ahora se hace llamar Ben Kenobi, quien desde la distancia vigila el crecimiento de Luke.
La directora Deborah Chow —quien ya dirigió dos episodios de The Mandalorian— y los varios guionistas dan un toque nostálgico que imita la estética de las antiguas películas de Star Wars. Probablemente por eso, por ejemplo, las persecuciones y los rescates parecen tan naif como en la primera trilogía. Lo más destacado de una serie que va de menos a más es, sin embargo, la relación que se forja entre Obi-Wan Kenobi y la pequeña Leia. En el desarrollo del personaje principal, que va acercándose cada vez más al que forjó Alec Guinness, tiene considerable importancia que el actor que lo interpreta —como en los episodios I a III—, Ewan McGregor, sea asimismo productor ejecutivo de la serie.
Por supuesto, la conexión paterno-filial entre un personaje solitario y una niña no es nada nuevo, pero resulta conmovedora, algo similar al vínculo que en The Mandalorian surge entre el duro guerrero y Gru, el bebé Yoda.
De la música se responsabiliza Natalie Holt, pero también hace su aportación John Williams, por lo que la banda sonora de la serie evoca repetidamente las películas de Star Wars.