Una mujer despierta desconcertada en una unidad medicalizada con la única compañía de una inteligencia artificial que le informa de su estado. Se le está acabando el oxígeno y la paciencia para averiguar cómo sobrevivir.
El director francés Alexandre Aja tiene una filmografía plagada de argumentos creativos de serie B, sin embargo, en 2019 hizo uno de los taquillazos más eficaces del año: Infierno bajo el agua (100 millones de dólares en taquilla, con solo 13 de presupuesto). Oxígeno es otra manera original de rodar en pandemia: una mujer en una cápsula reduce al infinito las posibilidades de contagio. Pero esta historia de tensión en terreno reducido no es tan brillante como Buried (Rodrigo Cortés, 2010), Última llamada (Joel Schumacher, 2002) o La cabina (1972).
Melanie Laurent hace un trabajo muy meritorio de interpretación y la primeriza guionista Christie LeBlanc sorprende con varias decisiones muy imaginativas, aunque el desarrollo del personaje principal es muy escueto y primario. Oxígeno, además, es una película para un espectador preparado y consciente de una historia sobre la carencia de aire y espacio. Pero estoy convencido de que los que se hayan entusiasmado con Aniquilación, Cielo de medianoche o Polizón, conectarán con esta nueva muestra de esa ciencia-ficción de Netflix de “estatismo atmosférico”, ideal para la sobremesa.
