Porter es traicionado por su socio en un robo, y dado por muerto. Pero no; ha vuelto dispuesto a que le paguen su parte del botín. Brian Helgeland debuta en la dirección con más cine negro, tras su excelente guión de L.A. Confidential.
La presencia de Mel Gibson ayuda a hacer más llevadero al antipático personaje de Porter. Pero el resultado final es irregular: la buena atmósfera y una subtrama romántica muy del género no bastan para sacar a flote el film. Y es que los excesos se acaban pagando: ridiculizar el sadomasoquismo agota y además propicia algún pasaje desagradable.
José María Aresté