Un grupo de quinceañeros sufre una pesadilla recurrente en la que les persigue un hombre quemado, que lleva un jersey a rayas, un sombrero ridículo y un horrible guante con navajas. Los sueños son tan reales que los chicos mueren; para sobrevivir tendrán que permanecer despiertos hasta descubrir quién es el misterioso hombre de las pesadillas, que se hace llamar Freddy Krueger, y cuál es su secreto.
Hace 25 años Wes Craven, entonces al comienzo de su carrera como guionista y como director, concibió este argumento. La idea se tradujo en una producción barata, que estuvo a punto de no estrenarse. Casualmente fue la primera aparición en pantalla de un tal Johnny Depp. La película trajo suerte a todo el mundo y revolucionó el género de terror, entonces estancado. El propio Freddy Krueger (Robert Englund), entonces ídolo de la juventud por sus apariciones en la serie de televisión V, como Willy, el lagarto bueno, alcanzó el rango de estrella.
Después vinieron las secuelas (7 u 8, según se quiera contar o no la película Freddy vs Jason) y las series de televisión, todas siguiendo el modelo: jóvenes guapos son atacados mientras duermen, unos despiertan a tiempo de decir “era sólo una pesadilla”, otros no podrán despertar jamás (y son unos 150 los muertos acumulados desde el comienzo); todas mostrando la misma carencia: “¿cómo acabar bien, es decir de una vez por todas, esta pesadilla?” Es posible que alguien haya tenido la idea pero no quieren utilizarla porque sería el final de la saga; o tal vez nadie ha dado con ella, y los productores se frotan las manos, ya que hacer secuelas es barato y muy rentable; basta volver a la misma calle, con las mismas casas, reclutar media docena de jóvenes, maquillar a Freddy y sacudir las cuchillas.
Aclarado esto, la película Pesadilla en Elm Street. El origen no es una secuela, propiamente dicha, sino una vuelta al principio. Sigue muy de cerca la primera entrega de Pesadilla, y la completa con varias pinceladas de las secuelas, sobre todo de la tercera. Aparte su evidente falta de originalidad, se puede decir que es un filme de género muy apañado. La dirección es correcta, los jóvenes actores son excelentes y las secuencias oníricas, breves y eficaces. El nuevo Freddy (Jackie Earle) está bien maquillado, pero los espectadores veteranos echarán de menos a su Willy.