El joven realizador malagueño Ramón Salazar ganó muchos premios y elogios con su cortometraje Hongos. Ahora debuta en la larga duración con Piedras, intenso drama donde recurre al entrecruzamiento de historias de desamor, al estilo de Amores perros o Lantana. El resultado es desigual, como ha confirmado su fría acogida en el reciente Festival de Berlín.
Las protagonistas son diversas mujeres madrileñas cuyas personalidades se definen por sus zapatos. Isabel es una rica pero insatisfecha mujer casada que se lía con un podólogo mientras ayuda a una amiga cuyo marido la pega. Leire es una frágil gogó de discoteca que se refugia en el consuelo de un cariñoso amigo homosexual cuando su novio la deja para irse a vivir con un chico. Por su parte, mientras su hija deficiente se enamora de su joven enfermero, la veterana prostituta Adela vive un romance con un encantador empresario argentino, supuestamente soltero. Finalmente, la taxista y viuda Mari Carmen saca adelante como puede a sus dos hijastros: un niño tímido y una agresiva joven adicta a la coca.
Salazar demuestra personalidad visual, buen pulso narrativo y una notable capacidad como director de actores. Pero demasiadas situaciones de su guión suenan a falsas, quizá por la falta de coherencia ética que padece el conjunto. Esta incoherencia provoca que los certeros análisis que ofrece, sobre la terrible incomunicación que provoca el egoísmo, se estropeen con un superficial retrato de la prostitución y con una casi ridícula visión de la homosexualidad como paradigma del equilibrio vital y amoroso.
Jerónimo José Martín