Desesperados. Así están los protagonistas de esta película de Marcelo Piñeyro, adaptación de una novela de Ricardo Piglia, ganadora del Premio Planeta argentino. Inspirado en hechos reales, describe de modo frío y sin concesiones el golpe llevado a cabo por una banda de atracadores y las posteriores consecuencias. La intención de Piñeyro es «mostrar con objetividad la vida cotidiana» de esos desesperados. Pero confunde tal idea con la de crear distancias. Quiere que veamos a esos tipos hundidos en el abismo de su vacío existencial. Y se empeña en destacar la asociación de dos de ellos, Ángel y El Nene, apodados Los Mellizos, que, sin nada en lo que creer y por lo cual vivir, se agarran al clavo ardiendo de su relación homosexual, desarrollada como una historia de amor imposible.
Pese a la impecable factura de las imágenes servidas por Alfredo Mayo, y al esfuerzo de introspección de los actores, el film acaba acusando esa permanente ausencia de juicio ante el comportamiento degradado de los personajes. Falta un punto de vista que subraye lo patético de la vida de los protagonistas, o la existencia de actitudes alternativas. No hay un servidor del orden que actúe de bálsamo reparador; que a pesar de la corrupción y la miseria humanas, tenga algún principio; sólo hay policías podridos, o ese batallón despersonalizado del tramo final de la película, que en su incursión al refugio de los protagonistas, parece recién salido de La jungla de cristal. El film, crudo en imágenes, está lejos de la magnífica Caballos salvajes, el mejor de Piñeyro hasta la fecha.
José María Aresté