Casi nadie duda del talento de este director californiano de 37 años que se prodiga poco. Autor de la influyente Magnolia y de una pequeña maravilla llamada Punch-Drunk Love, Anderson mezcla de manera impactante la crudeza con la ternura, en historias de tremendo dramatismo, que encajan dentro de lo que se suele llamar cine de autor.
There Will Be Blood (“Habrá sangre”) es el título original de esta larga película (parece que en el montaje final se descartó casi una hora de metraje), que se inspira muy libremente en la novela Oil (1927), de Upton Sinclair (1878-1968), prolífico escritor y activista político norteamericano de izquierda radical.
Se trata de una historia épica en torno al petróleo y la relación de amor-odio que tiene con él un personaje duro y desconfiado, Daniel Plainview, un aventurero que en 1898 busca oro negro en los desiertos californianos en durísimas condiciones. A lo largo de 30 años seguiremos su existencia, en la que interpretan importantes papeles su hijo y un lunático y ambicioso predicador de una secta. La película es fascinante aunque se hace larga y acusa el corte (hay un salto demasiado brusco que afecta al modo de ser del protagonista). Siendo una cinta dura, llama la atención la contención de Anderson, que no cede a estridencias innecesarias.
Daniel Day-Lewis (Mi pie izquierdo) debería ganar su segundo Oscar porque llena la pantalla con sus gestos, con su voz, con la manera de mirar: es uno de los mejores actores vivos para registros dramáticos.
La factura de la película es impresionante, con un montaje de sonido que incrementa exponencialmente la carga dramática, sobre todo en la apertura de la película. También es brillante el uso del color y de la luz, en una fotografía esmerada, en la que se han usado lentes muy infrecuentes en el cine actual. Son méritos que crecen si se considera que la época, el paisaje, la historia, los personajes, los conflictos han sido tratados en multitud de ocasiones por la literatura y el cine norteamericanos.
En resumen, Pozos de ambición es una película muy notable, con una historia poderosa, amarga y trágica, con muchos elementos de los grandes escritores norteamericanos del siglo XX (Steinbeck, Faulkner, Flannery O’Connor…), aunque evidentemente Sinclair no esté al mismo nivel. Hay similitudes con El tesoro de Sierra Madre y con el poderío visual del cine de Terrence Malick.
La cinta aspira a ocho Oscars (película, director, guión adaptado, actor, fotografía, montaje, dirección artística y sonido).