Esperaba poco de una película basada en un videojuego y dirigida por Mike Newell. El veterano productor Jerry Bruckheimer (Armageddon, La Búsqueda, Piratas del Caribe), lo que sabe hacer -que no es poco- es cine entretenido y taquillero. Así las cosas, lo que quedaba era sentarse y pasar un rato divertido. Y no es difícil.
La película no tiene pretensiones. Hay una historia que empieza como un cuento, casi con el érase una vez… que justifica que todo lo que vamos a ver tiene la lógica narrativa de las leyendas.
Como pasaba en la saga Piratas del Caribe (son primas-hermanas), la película es totalmente Disney, clásica en sus hechuras, casi de manual. Una pareja de guapos y simpáticos protagonistas que se odian cordialmente; un malo malísimo y otro malo tontorrón y pícaro (Alfred Molina) que protagoniza una secuencia hilarante a costa de unos avestruces; efectos visuales a todo trapo. La música de Gregson-Williams no para un minuto, imitando sin empacho los clímax de las grandes películas ambientadas en el desierto. El reparto asume la película sin complejos, con soltura y eficacia.
Tiene esta cinta de género los ingredientes de la receta tradicional del cine de aventuras: historia de amor, batallas, peleas, persecuciones, cartón piedra, moraleja y final feliz.