Las nuevas versiones fílmicas de novelas de Agatha Christie y el auge de historias originales inspiradas en su fórmula whodunit (quién lo hizo) han vuelto a poner de moda intrigas corales, de larga duración y costosa producción, con amplios repartos de lujo y críticas sociales poliédricas, asentadas en su variedad de personajes. En 2019, el estadounidense Rian Johnson (Los hermanos Bloom, Looper, La guerra de las galaxias: Episodio VIII – Los últimos jedi) marcó un hito en esa tendencia con Puñales por la espalda, que consagró como estrella a la hispanocubana Ana de Armas y transformó al ex Agente 007 Daniel Craig en el meticuloso detective Benoit Blanc.
En Puñales por la espalda: El misterio de Glass Onion, Blanc es invitado por el visionario magnate Miles Bron (Edward Norton) a Glass Onion, la hortera mansión que se ha hecho construir en una isla privada griega. Allí llegan también los mejores amigos de Bron, que se llaman entre sí Los disruptores: la gobernadora de Connecticut Claire Debella (Kathryn Hahn), el prestigioso científico Lionel Toussaint (Leslie Odom Jr.), la diseñadora de moda y exmodelo Birdie Jay (Kate Hudson) –que viene con su ayudante Peg (Jessica Hendwick)– y el hipermasculino influencer Duke Cod (Dave Bautista), al que acompaña Whiskey (Madelyn Cline), su nueva chica-florero. Aunque no contaban con ella, también se presenta la exsocia de Bron, Andi Brand (Janelle Monáe), con la que acabó fatal. La idea es jugar allí a una misteriosa búsqueda del asesino, que adquiere enseguida perfiles macabros.
Este nuevo caso del inteligente detective Benoit Blanc mantiene el ritmo trepidante, la excelente factura, el alto nivel interpretativo y el afilado humor negro del anterior. Pero el guion es narrativamente más confuso y dramáticamente más superficial, de modo que cuesta empatizar con los personajes, una panda de pijos egoístas y frívolos, que solo piensan en el sexo, el dinero y el poder. Se agradece que Rian Johnson no cargue la mano al describirlos y mantenga una cierta elegancia. Y, ciertamente, la deriva catártica del desenlace enriquece el fondo de la película. Pero esta nunca llega al nivel de su predecesora y se queda en un sofisticado divertimento para el gran público, con vocación de continuidad.
Jerónimo José Martín
@Jerojose2002