Esta agradable e intrascendente comedia es una adaptación de una novela de dos guionistas de la serie de TV Sexo en Nueva York, que se inspiraron en un capítulo de ese producto de la HBO. Una de las actrices protagonistas, Drew Barrymore, en funciones de productora, le pidió a los guionistas de Nunca me han besado que adaptaran la novela, cosa que han hecho con oficio, para lograr una cinta menos cínica y estridente de lo que cabría esperar, a la vista de la trayectoria profesional de los autores del relato original.
La historia coral reúne las experiencias afectivas de cinco mujeres entre los 30 y los 40, unas casadas, otras solteras con o sin compromiso. Amigas y residentes en Baltimore, intentarán ayudarse para descubrir los secretos sobre la conducta de los hombres en lo que se refiere a las relaciones amorosas.
Hay agilidad y desparpajo en el relato, especialmente por el trabajo de los actores, todos bien, incluyendo a una solvente Jennifer Aniston que, por una vez, deja de hacer mohines y logra su mejor trabajo hasta la fecha. Justin Long y Ginnifer Goodwin son los mejores de una función en la que, abriéndose camino entre la proverbial simpleza y frivolidad de este tipo de películas norteamericanas, hay apuntes incisivos sobre la tontuna vital y la inmadurez de unos personajes que experimentan pero no asumen que el amor es mucho más que el sexo, por eso no lo encuentran y se sienten frustrados. Con todo, es asombroso cómo quitan los guionistas a los niños de en medio, cosa frecuente en este tipo de películas. Ya se ve que estorban para que los pretendidos adultos puedan entregarse con más ardor y dedicación a darse vueltas a sí mismos.
A diferencia de otras películas similares, en esta que dirige bien Kwapis hay un tono más optimista sobre la condición humana, sin que se pierda la coherencia en la manera de hacer evolucionar a los personajes hasta el desenlace.