Farsa menor de Joel y Ethan Coen, tras su triunfo en los Oscar con No es país para viejos. Los hermanos se toman a broma el mundo del espionaje al situar su trama en Washington. La acción se inicia en el cuartel general de la CIA en Langley, donde el analista Osborne (John Malkovich) es puesto de patitas en la calle. Desde entonces holgazanea todo el día mientras escribe sus memorias e ingiere cantidades desmesuradas de alcohol. Su esposa Katie (Tilda Swinton) le desprecia, y además le engaña con Harry (George Clooney), un agente del tesoro casado, que a su vez sale con otras mujeres. Una será Linda (Frances McDormand), que trabaja en un gimnasio, y está obsesionada por someterse a cirugía para mejorar su físico. El hallazgo de un CD con las memorias de Osborne, de contenido supuestamente delicado, anima a Linda y a Chad (Brad Pitt) a ofrecerse a devolverlo a cambio de dinero.
Los Coen retratan a un grupo de mediocres perdedores, con vidas amorosas insatisfactorias, obsesionados por el aspecto físico y el dinero, cierto bienestar o felicidad que ignoran cómo alcanzar. Lo que sirve para entregar un buen puñado de situaciones divertidas -la llamada telefónica a Osborne, la incursión en la embajada rusa, las surrealistas conversaciones en Langley…-, pero también algún pasaje zafio, de humor facilón. El reparto es estupendo, y los actores parecen pasarlo en grande, en una película sin demasiadas pretensiones, donde la crítica a ciertas actitudes contemporáneas, que miran demasiado a ras de suelo, resulta limitada por el propio planteamiento.