En 1814, el Marqués de Sade se pudre en el manicomio de Chareton, vigilado de cerca por el ingenuo y bondadoso abad Coulmier, que le permite escribir relatos pornográficos como terapia contra sus obsesiones sexuales. Una joven lavandera, adicta a las obras del Marqués, saca sus manuscritos fuera del manicomio, de modo que se publican y alcanzan cierto éxito. La llegada de un psiquiatra hipócrita y cruel disparará la tragedia.
Dice Philip Kaufman (La insoportable levedad del ser, Henry & June) que su película -basada en la obra teatral de Doug Wright- trata «de la libertad de expresión y de su represión desde la hipocresía». En realidad, es una insufrible y obscena apología del hedonismo radical, plagada de personajes repulsivos -e histriónicamente interpretados-, y con una visión muy sectaria de la moral católica. De ningún modo merece sus tres candidaturas a los Oscars.
Jerónimo José Martín