Ciudad fronteriza con Texas y uno de los grandes basureros de México, Matamoros tiene casi medio millón de habitantes. Muchos de ellos viven en chabolas rodeadas de calles de arena polvorienta que sirven como vías de comunicación fundamentales para el narcotráfico. El maestro Juárez Correa llega a la escuela José Urbina López con la intención de dar un cambio radical a una desesperanza académica compartida por padres, profesores y alumnos.
Recientemente ganadora del Festival de Málaga en su categoría de película latinoamericana, y del premio del Público en Sundance, esta producción mexicana está protagonizada por uno de sus cómicos más internacionales: Eugenio Derbez (CODA: los sonidos del silencio, No se aceptan devoluciones). El argumento de profesor emblemático que revoluciona una clase totalmente desmotivada y rebelde en tiempo récord no es muy original y, en bastantes ocasiones, termina siendo resuelto con métodos muy poco verosímiles.
Christopher Zalla, director y guionista de esta película, nació en Kenia, estudió cine en Columbia y trabajó en varias profesiones manuales, desde carpintero a pescador en Alaska. En el año 2007 ganó el Gran Premio del Jurado en Sundance por Padre nuestro, una película que reflejaba con crudeza el transporte ilegal de un inmigrante mexicano que pretende cambiar de vida en Estados Unidos. Desde entonces solo había dirigido un telefilm mediocre con Rob Lowe y Paz Vega: Seduccción letal (2015). Con todo ese bagaje, este cineasta sorprende ahora con Radical, una película que combina comedia y drama, idealismo y veracidad, en la que toca tierra y trasciende, con un humanismo que en algunos momentos decepciona por su olvido de la religión.
Esta adaptación de la historia real del maestro Juárez, contada en un artículo de Joshua Davis, deja muchas incógnitas por resolver, pero también desarrolla un discurso que va más allá de las recetas motivacionales. Su método educativo, más bien abstracto, tiene una fiabilidad cuestionable, pero es evidente que el protagonista ofrece soluciones donde otros no ven más que inconvenientes. En su determinación hay confianza en cada uno de sus alumnos, sin prejuzgar sus actitudes e inteligencia, con una heroica dedicación, y el uso constante de la imaginación para sorprender a cerebros desconectados por la rutina de la desgracia. La película no alecciona sobre una fórmula perfecta, sino que más bien alienta el debate de personajes y espectadores, con un testimonio real que parece especialmente dirigido a los padres o profesores que no se resisten a arrojar la toalla en condiciones que parecen imposibles.
La historia está contada con mucho humor, encanto y credibilidad en diálogos e interpretaciones de una naturalidad asombrosa en actores muy jóvenes y primerizos. También la música es esencial en su modulación de la emoción a lo largo de la película, con un último tramo sensacional en este aspecto.