La corta filmografía de Michel Gondry se ha caracterizado por un exuberante trabajo visual, lógico en quien antes que cineasta fue director -y muy cotizado- de videoclips musicales. El éxito de las primeras películas de Gondry –Human Nature y sobre todo Olvídate de mí– vino de la mano de su colaboración con el guionista Charlie Kauffman. En La ciencia del sueño, su anterior título, ya no contó con Kauffman: el guión era suyo y la película resultó igualmente atractiva en lo visual y mucho más pobre en la historia.
Viene esto a cuento porque -a pesar de contar solo con tres películas y un documental en su haber- siempre hay cierto interés por ver “lo nuevo de Gondry”, por comprobar con qué propuesta estética nos va a sorprender. Pues bien, yo en lo nuevo de Michael Gondry, veo muy poco Gondry. El cineasta francés rueda una divertida, bienintencionada y en algunos momentos tronchante comedia sobre un videoclub démodé donde un extraño accidente borra todas las antiguas cintas de VHS. Para evitar la quiebra del negocio, los empleados deciden rodar de forma casera algunos “clásicos blockbuster” (desde Cazafantasmas a Hora punta).
La historia no puede ser más simple y la propuesta visual se aleja de toda originalidad (porque la estética, simplemente, brilla por su ausencia, entre otras cosas, por la presencia de Jack Black). En definitiva, Rebobine, por favor nunca será una película imprescindible; sin embargo, en la sencillez de su propuesta, funciona bastante bien. Además, en un momento en que la comedia se encuentra estancada -y en caída libre-, se agradece una parodia que se mueve en unos aceptables parámetros de buen gusto, a pesar de su punto gamberro, y de sincero homenaje por el cine, incluso el malo.