Juan Carlos I, formado como delfín del general Franco y elegido por el dictador como su sucesor en 1969, ejerció como jefe del Estado desde 1975 hasta su renuncia en 2014. Envuelto en sucesivas y abundantes polémicas en los últimos años de su reinado, abdicó la corona de España en su hijo Felipe VI.
Esta serie de HBO está siendo la producción propia más vista de la plataforma en España desde su estreno. Llama la atención que tanto su director, el periodista Santi Acosta, como todos los guionistas firmantes, se estrenen con ella en el mundo cinematográfico. No obstante, su factura es impecable, el ritmo del guion documental es constante e intenso, si bien resulta repetitivo el leitmotiv, que aparece sobreimpreso en pantalla frecuentemente con el logo del documental: las sucesivas ocasiones en las que los medios, el aparato comunicativo palaciego, los políticos o los servicios secretos del Estado han conseguido lavar la imagen de un rey corrupto y descontrolado en sus amistades y amores.
Políticamente, es de agradecer la valentía en la exposición de las corruptelas regias, que empujan a la sociedad y a la opinión pública a una situación más madura y equilibrada. Si la serie denuncia el silencio informativo ante estos hechos y la incoherencia de que alguien esté por encima de la ley en un estado de Derecho, estos capítulos marcan un antes y un después por la claridad con la que se exponen.
El documental se sirve de muchos testimonios de prestigio que dan veracidad al relato, ya sea por su protagonismo en los acontecimientos, o por su conocimiento de ellos: Victoria Prego, Pilar Urbano, Mario Conde, José Bono, Pedro J. Ramírez… En especial, el acceso a las grabaciones de Queca Campillo, fotógrafa y amante del rey emérito. Además, se sirve de fragmentos de la entrevista a Corinna Larsen en la BBC en 2020. Sin duda, todas las polémicas están bien documentadas –aunque se echa en falta la aparición de personas más afines al rey que contrarresten cierta información– y presentan, sin tapujos, demasiadas actuaciones de moralidad más que cuestionable del monarca. Y sonroja la actividad de ocultamiento del aparato político y estatal, mediante chantajes, silenciamiento de los medios o a través de la compra de material comprometido con dinero público.
Sin embargo, el retrato del personaje carece de cierta objetividad en la medida en que no presenta una figura completa. Así como profundiza en las polémicas, por contra no abunda en los aciertos del rey emérito, ante los que pasa de puntillas, sin recurrir, en esos casos, a otros testimonios que refuercen el papel fundamental de Juan Carlos en la transición, en la proyección internacional de España o en su prestigio ante autoridades extranjeras. Por lo tanto, la biografía queda incompleta, mostrando cuantiosas sombras (que las hay), pero pocas luces. Sin duda, una pena, ya que eso hubiese conferido más moderación al relato y hubiese servido mucho mejor a sus fines.